A ciertas horas, de ciertos días, de ciertas rutas, se da el milagro del deseo. Cedo mi lugar privilegiado junto a la ventana para abandonarme a la muchedumbre del corredor. Y el camión se mece. Nalgas, manos, chichis, panochas, vergas; sería mejor si el sol les diera. Me comprimo y me reintegro a la masa que alguna vez me arrojó, tarde o temprano todos regresamos al centro de una estrella.
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